jueves, 9 de septiembre de 2010

Juba, Sudan, 2 de septiembre de 2010

Africa según los ojos de mí hermano.
Por Clarisa Caraballo
Juba, Sudan, 2 de septiembre de 2010
Pasaron más de dieciocho días sin tener noticias de Eduardo. Finalmente supimos que luego de salir de Bangassau estuvo un día en una misión en Obo y luego siguió solo a Mambutti, que es el último puesto policial de R. Centroafricana antes de pasar a Sudán. Faltando tres kms para llegar a Mambutti se quedó sin nafta, dejó la moto en una choza abandonada y caminó hasta llegar a dicho puesto. Aparentemente la policía lo estaba esperando porque tenían notificada su salida desde Obo. Mi hermano durmió en ese puesto, junto con los soldados ugandeses y en la mañana, luego que consiguiera nafta, fue a buscar su moto que la encontró custodiada por esos soldados. De allí quedaban sólo cien km para alcanzar Sudán pero se hicieron eternos. Le dijeron que los caminos eran transitables pero estaban destruidos, sobre todo por la lluvia y el paso de los camiones militares que tienen cubiertas de un metro de altura, dejando huellas en el terreno de esa medida, llenas de agua. Se cayó más de cien veces de la moto en este recorrido, que es custodiado casi exclusivamente por soldados de Uganda. Estos últimos cien kilómetros previos a la frontera, le llevaron a Eduardo, cuatro días recorrerlos. Allí se cruzó con los cazadores de mono y convivió con ellos durante tres días y gracias a ellos sobrevivió. Estuvo todo un día sin ingerir bebida hasta que encontró un arroyo con agua que estaba algo turbia y que sin embargo le pareció un elixir. También sufrió un ataque de abejas africanas y comió hormigas y mono, cuyos riñones le parecieron más deliciosos que los de vaca. La selva lo puso a prueba y dice que ya es africano porque ese continente lo adoptó como hijo. Aún hoy tiene el recuerdo del olor a pelo de mono impregnado en la nariz.
Cuando ingreso en Juba, capital sur en Sudán, los soldados a cargo, lo revisaron hasta el último papel. Estos no tenían la fraternidad de los colegas ugandeses, por el contrario, se mostraron muy hostiles y desconfiados. Toda persona blanca en Sudan es casi un enemigo. Eduardo fue interpelado por siete oficiales durante varias horas y luego dos soldados viajaron junto con él hasta el próximo cuartel a 50 km. del primero. Allí, los oficiales fueron a buscar al vicario de la Archidiócesis de Juba, que ayudo a traducir y explicar lo que decía mi hermano. Finalmente los oficiales lo dejaron libre, a cargo del cura, debiendo volver al día siguiente para una nueva ronda de preguntas.
Las últimas noticias que tuve de mi hermano era que seguía en la misión en Juba, esperando que un avión de carga, (con capacidad para subir la moto), lo llevará a Jartum, la capital de Sudan, un lugar de contrastes: donde se une el Nilo Blanco con el Nilo Azul, y la puerta entre el África Negra y el Norte Árabe.
Desde Juba a Jartum son aproximadamente 1200 kms, (quinientos de floresta y el resto desierto). Los antiguos caminos fueron destruidos durante las guerras civiles que azotaron la zona. Además la larga época de lluvias característica de la zona (que va de marzo a octubre) complican los tiempos para realizar los arreglos. Solo se rehicieron las carreteras hacia Uganda, donde muchos sudaneses habían emigrado con la guerra y gracias a esto, pudieron regresar a su hogar.
Si en dos días no llegaba un avión que lo acerque a Jartum, una segunda opción, es que partiría con su moto por un nuevo camino que había descubierto: Una vieja carretera usada por los camiones.
Los próximos objetivos de mi hermano antes de regresar serán: conocer Egipto y luego cruzar a Europa, para visitar Piamonte, norte de Italia, lugar donde nacieron nuestros abuelos paternos y donde se crío nuestro padre. Quizás para traer los retazos de la historia que quedaron separados por el mar y continuar dando puntadas a la trama de su propia historia que la vida le está tejiendo.

Nota de la autora: Siendo vegetariana, envío una bendición y agradecimiento a esos monos que alimentaron a mi hermano y pido perdón al reino animal por los hombres que aún cazan, sin juzgar sus actos.

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